Las afecciones psicológicas de los trabajadores, causados por su trabajo, son crecientes. El ambiente de trabajo se ha vuelto cada vez más estresante, exigente, cambiante, insalubre y competitivo, lo que ha generado un aumento de las enfermedades mentales derivadas del trabajo.
Estos padecimientos pueden ser causados por una actividad adrede del empleador, sus representantes, u otros trabajadores, a través de lo que comúnmente se conoce como mobbing; o por el contrario, pueden ser consecuencia de la negligencia del empleador en cuanto a la prevención de enfermedades laborales. También puede haber casos en los que a la conducta persecutoria se le suma una actitud discriminatoria.
La persecución empresaria puede manifestarse de distintas formas, siendo de destacar la persecución moral o psicológica. Este tipo de acoso puede ser vertical -hacia arriba o hacia abajo- y horizontal. En el acoso moral se suele observar reiteración de conductas y comportamientos antisociales, con admisión involuntaria de la víctima, que se siente acorralada, sometida, avergonzada y débil, y ese entorno que el acosador va generando lentamente deja a la afectada en un estado de labilidad y vulnerabilidad. El acoso moral, en el sentido de trato sumamente cruel, puede llegar a significar un caso de mobbing, como forma de acoso llevado a cabo a veces por una persona y otras por varias, que si bien no necesariamente conduce a la agresión física, conlleva comportamientos de profunda hostilidad y sincronización concatenada que erosiona la dignidad y la autoestima del acosado.
Las consecuencias de este y otros modos de discriminación traen aparejado el estrés. De tal forma se produce un aumento de las enfermedades y accidentes laborales; además, estas situaciones pueden producir dolencias no sólo psíquicas sino también físicas y, aun, conducir al suicidio, dado que la víctima siente que ya casi «no existe» por la degradación a que ha sido sometida .
Las nociones de estrés, violencia laboral, burnout, mobbing y bullying, en sus diversas vertientes nos hablan de una única y misma cosa: que la carrera desenfrenada por los beneficios económicos de las empresas no tiene como límite la salud e integridad psicofísica de los trabajadores. En este sentido, el informe de la OIT del año 1998 «Violence at Work» («Violencia en el trabajo») ha sido revelador al reflejar claramente como violencia no solamente el maltrato físico, sino también el psicológico.
Todas estas vivencias disvaliosas padecidas en forma cotidiana generan en la salud física y psíquica de los trabajadores importantes perturbaciones, ansiedad y malestar que se trasladan a su vida extra-laboral.
El sistemático hostigamiento laboral termina normalmente por consolidar un daño psíquico y moral.
Así también, se ha señalado que por mobbing se entiende un maltrato repetido y sistemático por parte del superior jerárquico hacia el trabajador con la intención de segregarlo o eliminarlo.
La conducta del empleador convalida el despido indirecto en que se ve obligado a colocarse el trabajador por resultarle insostenible mantener el vínculo laboral en el ambiente de hostigamiento y discriminación que lo sometía la estructura empresarial a través de su personal jerárquico.
